Hoy, todavía sigue siendo la noticia estrella en La Argentina la expropiación de las acciones de Repsol, la empresa española que tenía el control mayoritario de YPF. Parece que el Gobierno argentino, en un acto heroico, salió a rescatar una política energetica que tenía un poco olvidada y empezó a pensar en los intereses del país (los de corto y mediano plazo). ¿Cuál fue el problema? Bueno, básicamente que la falta de reinversión de Repsol en la exploración, refinación y producción de combustibles derivados del gas y el petroleo, daban como resultado un servicio ineficiente, donde no sólo escaseaba el combustible sino que "se encarecía debido, justamente, a su escasez". ¿Esto es verdad? ¿O el Gobierno es siniestramente mentiroso?
En principio, sí, es verdad, pero parcialmente. Luego de la crisis del 2001 -y más precisamente con la llegada de Néstor Kirchner al poder- el Gobierno actual (que no es sino una continuación de aquél), aplicó políticas subsidiarias a los servicios básicos como ser la luz, el gas, el transporte y los combustibles, una estrategia lógica para reactivar una economía a la cual la palabra "recesión" le quedaba muy chica. Paralelamente, se administró un tipo de cambio flotante (sucio) de equilibrio competitivo para que las exportaciones argentinas engrosen las arcas del Central y, acto seguido, el Estado se encargue de redistribuir el ingreso, recaudando primero -mayormente por medio de retenciones- y generando segundo "un modelo de crecimiento en base a la inclusión social" (o eso dicen).
Toda esta teoría que parece palabrerío, ¿Funcionó? Al principio sí y bastante bien. De hecho, la economía se reactivó, Argentina creció (svéase se recuperó) mucho por varios años seguidos (al menos en términos nominales, proceso propio post-rebote de tremenda crisis) y el desempleo se redujo notablemente. Hablar de la calidad del empleo creado y del poder adquisitivo del salario promedio es otro tema que no vamos a abordar ahora. Lo cierto es que las cifras de dos decenas de desocupación mermaron considerablemente. Conforme el país mejoró, la recaudación aumentó, al igual que la inversión, principalmente la interna. La cuenta fiscal se hizo sosteniblemente superavitaria y lo mismo pasó con la cuenta comercial.
Se supone que cuando se dan estos resultados positivos en la recaudación pública a partir del crecimiento económico, esos fondos deben ser re-dirigidos paulatinamente a sectores productivos en detrimento del asistencialismo social propio de épocas de crisis. ¿Pasó en Argentina? No parece. De hecho, todos los servicios básicos arriba nombrados siguen estando subsidiados y se estima que lo seguirán estando. Es difícil cortar subsidios con una inflación interanual del 20/25% porque cualquier aumento de precios en alguno de estos sectores impacta muy negativamente en el poder adquisitivo de los sectores más bajos y genera malestar social.
Sin embargo, si la transferencia de fondos hubiese sido lenta pero progresiva y se hubiesen destinado al crédito blando a empresas para incentivar la competencia o a generar un marco regulatorio para el ingreso de capitales extranjeros de mediano y largo plazo (no especulativos), la inflación en base a oferta agregada debería haber descendido y el poder adquisitivo de la masa proletaria no debería haberse visto necesariamente reducido. Ese contexto de erosión del modelo de "crecimiento con inclusión social", creó incertidumbre en la economía y concluyó en una gran fuga de dólares. A esto el Gobierno respondió con restricciones a la importación y un control exhaustivo a la compra de dólares por parte de empresas y particulares, otra política que erosiona aún más el proceso productivo y la inversión extranjera directa.
Este es el contexto en el que Repsol (dueña de YPF), frenó su producción y sus inversiones. ¿Por qué lo hizo? Hay dos versiones que son "a consideración del lector". Una (la oficialista), es que los accionistas extranjeros son una suerte de mercenarios que lo único que pretenden es maximizar ganancias a costa de no invertir y llevársela toda lo más fácil y rápido que sea posible. ¿Eso es verdad? Bueno, seguramente que lo es de forma parcial. La otra versión de los hechos (la empresarial), es que la política de subsidios que mantuvo el Gobierno junto a la tapa que le puso a la suba de precios, dejó a Argentina con precios finales mucho más baratos que los del resto del mundo. Se supone que esto no dio lugar a las reinversiones. ¿Esto es cierto? También lo es, pero también parcialmente. Las utilidades se pagaron a todos los accionistas y fueron suficientes como para ejercer una reinversión (aunque por supuesto esté muy lejos de ser la óptima).
¿Cuál es la conclusión? El Estado hoy es el encargado del Management de YPF, pero hasta hace muy poco era el encargado de las regulaciones de la empresa -que estaba en manos extranjeras-. La posesión del derecho a veto -El Estado siempre tuvo la acción de oro en el esquema anterior- y el poder regulatorio del Estado, se plasmó en observaciones de deficiencias en la producción y falta de inversiones, pero nunca se aplicó ninguna normativa concreta ni se quitó concesiones, entonces... ¿Ahora sí el Estado tendrá políticas energéticas concretas para frenar el consecuente déficit comercial que la importación de combustibles le está generando? ¿Tomará cartas en los asuntos de inversión y producción? Ojalá...
La realidad es mucho más simple que todo el palabrerío que usted lector tuvo que bancarse en los párrafos anteriores: sea de Repsol, del Estado, del Ratón Pérez o de Ricky Martin, si los precios de los combustibles suben sin que el poder adquisitivo aumente, las políticas no benefician a la mayoría de la población. Si la nafta escasea, no beneficia a la mayoría de la población. Si la discusión se centra en quién tiene más poder, si el Estado o los inversores extranjeros, eso no beneficia para nada a la población argentina. El beneficio es bajos precios, nafta y gas suficiente para todos y políticas largo-placistas que hagan que nuestro país sea un serio productor y dueño de sus propios recursos estratégicos, cosa que sucede en ese país que está tan cerca pero parece tan lejos. En ese que hablan con "inho" al final de la palabras...
En principio, sí, es verdad, pero parcialmente. Luego de la crisis del 2001 -y más precisamente con la llegada de Néstor Kirchner al poder- el Gobierno actual (que no es sino una continuación de aquél), aplicó políticas subsidiarias a los servicios básicos como ser la luz, el gas, el transporte y los combustibles, una estrategia lógica para reactivar una economía a la cual la palabra "recesión" le quedaba muy chica. Paralelamente, se administró un tipo de cambio flotante (sucio) de equilibrio competitivo para que las exportaciones argentinas engrosen las arcas del Central y, acto seguido, el Estado se encargue de redistribuir el ingreso, recaudando primero -mayormente por medio de retenciones- y generando segundo "un modelo de crecimiento en base a la inclusión social" (o eso dicen).
Toda esta teoría que parece palabrerío, ¿Funcionó? Al principio sí y bastante bien. De hecho, la economía se reactivó, Argentina creció (svéase se recuperó) mucho por varios años seguidos (al menos en términos nominales, proceso propio post-rebote de tremenda crisis) y el desempleo se redujo notablemente. Hablar de la calidad del empleo creado y del poder adquisitivo del salario promedio es otro tema que no vamos a abordar ahora. Lo cierto es que las cifras de dos decenas de desocupación mermaron considerablemente. Conforme el país mejoró, la recaudación aumentó, al igual que la inversión, principalmente la interna. La cuenta fiscal se hizo sosteniblemente superavitaria y lo mismo pasó con la cuenta comercial.
Se supone que cuando se dan estos resultados positivos en la recaudación pública a partir del crecimiento económico, esos fondos deben ser redirigidos paulatinamente a sectores productivos en detrimento del asistencialismo social propio de épocas de crisis. ¿Pasó en Argentina? No parece. De hecho, todos los servicios básicos arriba nombrados siguen estando subsidiados y se estima que lo seguirán estando. Es difícil cortar subsidios con una inflación interanual del 20/25% porque cualquier aumento de precios en alguno de estos sectores impacta muy negativamente en el poder adquisitivo de los sectores más bajos y genera malestar social.
Sin embargo, si la transferencia de fondos hubiese sido lenta pero progresiva y se hubiesen destinado al crédito blando a empresas para incentivar la competencia o a generar un marco regulatorio para el ingreso de capitales extranjeros de mediano y largo plazo (no especulativos), la inflación en base a oferta agregada debería haber descendido y el poder adquisitivo de la masa proletaria no debería haberse visto necesariamente reducido. Ese contexto de erosión del modelo de "crecimiento con inclusión social", creó incertidumbre en la economía y concluyó en una gran fuga de dólares. A esto el Gobierno respondió con restricciones a la importación y un control exhaustivo a la compra de dólares por parte de empresas y particulares, otra política que erosiona aún más el proceso productivo y la inversión extranjera directa.
Este es el contexto en el que Repsol (dueña de YPF), frenó su producción y sus inversiones. ¿Por qué lo hizo? Hay dos versiones que son "a consideración del lector". Una (la oficialista), es que los accionistas extranjeros son una suerte de mercenarios que lo único que pretenden es maximizar ganancias a costa de no invertir y llevársela toda lo más fácil y rápido que sea posible. ¿Eso es verdad? Bueno, seguramente que lo es de forma parcial. La otra versión de los hechos (la empresarial), es que la política de subsidios que mantuvo el Gobierno junto a la tapa que le puso a la suba de precios, dejó a Argentina con precios finales mucho más baratos que los del resto del mundo. Se supone que esto no dio lugar a las reinversiones. ¿Esto es cierto? También lo es, pero también parcialmente. Las utilidades se pagaron a todos los accionistas y fueron suficientes como para ejercer una reinversión (aunque por supuesto esté muy lejos de ser la óptima).
¿Cuál es la conclusión? El Estado hoy es el encargado del Management de YPF, pero hasta hace muy poco era el encargado de las regulaciones de la empresa -que estaba en manos extranjeras-. La posesión del derecho a veto -El Estado siempre tuvo la acción de oro en el esquema anterior- y el poder regulatorio del Estado, se plasmó en observaciones de deficiencias en la producción y falta de inversiones, pero nunca se aplicó ninguna normativa concreta ni se quitó concesiones, entonces... ¿Ahora sí el Estado tendrá políticas energéticas concretas para frenar el consecuente déficit comercial que la importación de combustibles le está generando? ¿Tomará cartas en los asuntos de inversión y producción? Ojalá...
La realidad es mucho más simple que todo el palabrerío que usted lector tuvo que bancarse en los párrafos anteriores: sea de Repsol, del Estado, del Ratón Pérez o de Ricky Martin, si los precios de los combustibles suben sin que el poder adquisitivo aumente, las políticas no benefician a la mayoría de la población. Si la nafta escasea, no beneficia a la mayoría de la población. Si la discusión se centra en quién tiene más poder, si el Estado o los inversores extranjeros, eso no beneficia para nada a la población argentina. El beneficio es bajos precios, nafta y gas suficiente para todos y políticas largo-placistas que hagan que nuestro país sea un serio productor y dueño de sus propios recursos estratégicos, cosa que sucede en ese país que está tan cerca pero parece tan lejos. En ese que hablan con "inho" al final de la palabras...
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