Venezuela es un país importador por excelencia. Prácticamente todos los bienes de consumo que circulan por el país, son extranjeros, en especial los productos alimenticios.
Se puede amar u odiar a Hugo Chávez. Se puede creerlo un icono latinoamericano o un pseudo-dictador caudillezco. Poder, se puede, pero no es un análisis muy objetivo, sino más bien… bastante emocional. Demás está comenzar diciendo que no fue ni una cosa ni la otra, aunque el folclore popular venezolano intente demostrar que se acerque mucho más a la primera que a la segunda: el pueblo venezolano en la calle clamó por su nombre y su salud (muy delicada).
Sin embargo, el desempeño macroeconómico de los 14 años de Chávez al gobierno, deja estructuralmente, bastante que desear. En lo que los economistas llaman “la foto de la economía” (el estudio de un momento determinado), parecieran indiscutibles los logros del modelo chavista: merma del nivel de pobreza, disminución de la brecha social, desarrollo basado en la inclusión y un promedio de crecimiento económico no muy alto, pero sí positivo. Pero adentrémonos en cuestiones más concretas…
La moneda venezolana se devaluó de forma relevante y progresiva. Muchos asocian el crecimiento con devaluación y/o inflación, algo que no tiene mucho sustento teórico para convertirse en variables correlacionadas -y mucho menos causales de las primera respecto a la segunda-. Lo que sí sustenta la teoría es el objetivo de la política chavista: la creación de empleo, un fin fundamental para toda economía, para todo modelo social de producción.
La política monetaria es una herramienta fundamental con la que cuentan los gobiernos para que, por medio de su Banco Central, se pueda emprender una política monetaria expansionista que, aplicada de forma anti-cíclica, puede significar que las empresas demanden más puestos de trabajo y que el consumo se reactive como consecuencia del incentivo a la demanda agregada.
Chávez logró hacer historia con una frase que lo volvió famoso: “El petróleo de Venezuela debe ser para los venezolanos”. Y así fue: el pueblo bolivariano obtuvo petróleo muy barato (tan barato que se acerca más a un regalo que a una ganga) y el gobierno se hizo cargo de todos los recursos estratégicos del país, en especial, por supuesto, de los hidrocarburos (además de muchas otras compañías que fueron expropiadas y pasaron a manos públicas). Sin embargo, la economía venezolana se diversificó de forma prácticamente nula y la exportación de petróleo llego a representar el 90% de las exportaciones. Tanto Venezuela como Chávez contaron para llevar a cabo sus políticas de inclusión social con dos caballos de fuerza que se complementaron de forma inmejorable el uno con el otro: tener el petróleo y que los que no lo tienen, estén dispuestos a pagar precios altos por él.
Con los altos ingresos que Chávez obtuvo de la venta de petróleo al exterior, pudo sostener su promesa de que aquel producto fuese de fácil acceso para los venezolanos y pudo aumentar considerablemente el gasto público para que mejore la calidad de vida de los sectores más bajos. La economía venezolana se llenó de controles cambiarios y controles de precios en general, se crearon mercados paralelos que cotizaban la moneda nacional a precios más altos y el gobierno persiguió persiguió a la corrida inflacionaria -de casi a un 57% anual- con un bate de béisbol en la mano.
La distorsión de los precios del combustible, fuertemente controlados por el gobierno para cumplir con la promesa de Chávez, generó una fuerte ineficiencia en las rentas de las refinerías y uno de los países con más petróleo del mundo, tuvo que comenzar a importar la nafta ya refinada, desde Estados Unidos, su primer comprador de petróleo crudo. Suena un poco extraño, pero es real. Los fuertes controles estatales también mantuvieron las inversiones extranjeras bien lejos, una cuestión para mencionar pero que no significa necesariamente una falla, puesto que muchas economías han demostrado que pueden crecer sin ahorro externo.
Paradójicamente, los yerros de algunas políticas económicas chavistas generaron que el espíritu anti-imperialista se materialice en un aumento de dependencia ante los Estados Unidos. El balance del gobierno de Chávez deja en lo económico dos preocupaciones básicas: una deuda externa en crecimiento que representa la mitad de su PBI y un déficit fiscal que se acerca a los dos dígitos.
Sin dudas, los desafíos de Venezuela siguen siendo los mismos que durante todo el mandato de Chávez: lograr que los ingresos vía exportaciones petroleras se re-dirijan no sólo al asistencialismo social, sino también al desarrollo de la infraestructura nacional: sea aprovechando las ventajas comparadas que sus recursos naturales le entregan por medio del petróleo, desarrollando así todo aquello que rodea la extracción, refinación y producción final de dicha materia prima; o bien, desarrollando otros sectores menos dinámicos como la producción de alimentos o de cualquier industria naciente que pueda responder a la falta de productos nacionales en circulación.
Nota: cualquier semejanza con la realidad argentina, no es pura coincidencia.
"A tinto regalado no se mira candidato,
y a candidato trucho, no se mira su prontuario,
y al que madruga lo madrugan, de a poquito."
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