¿Hay recuperación económica?
Tras tocar un piso en el mes de abril del corriente, la actividad económica vislumbra una recuperación (rebote) que aún está lejos de alcanzar los niveles de actividad previos a la pandemia, los cuales ya -de por sí- eran de profundo estancamiento. Los analistas debaten sobre la forma de la recuperación en el sentido de si tomará una forma de “V”, “U” o “L”, pero, ¿Qué significa eso?
Muy sencillo, si la recuperación toma forma de “V” quiere decir que el rebote es fuerte, rápido y sostenido, lo que implicaría una recuperación veloz en términos relativos. Un rebote en forma de “U” refiere a un estancamiento algo más prolongado luego de tocar fondo y una recuperación algo más lenta, pero aún sólida. El peor de los escenarios sería una recuperación en forma de “L”, es decir, una caída que, luego de llegar a su pico mínimo, se mantenga de forma casi horizontal, es decir, que se estanca a posteriori.
Curiosamente, el caso argentino se encuentra un poco ajeno a estos tres casos estilizados. Parece que la recuperación se está dando en forma de “V” incompleta, es decir, una “V” a la que le falta una parte: la parte más alta de su pata derecha. En este sentido, y luego de tocar fondo en el mes de abril, la economía se va recuperando, efectivamente, en forma de “V”, pero no alcanza el punto de nivel de actividad anterior a la pandemia. Esto sucede, en parte, porque el comodín utilizado por el gobierno para paliar la crisis ha sido la política monetaria (como en tantos otros países), la cual se mostró ineficiente debido a la imposibilidad de emitir con bajos riesgos de aceleración inflacionaria, sumado a la ausencia de crédito en el sistema financiero y a la escasez de ahorros previos a la llegada del virus.
La realidad es que la recuperación es débil porque la oferta sigue golpeada por la continuidad de ciertas restricciones, mientras que la demanda sigue deprimida por el impacto que generó el cierre de empresas y la caída del ingreso tras la pérdida de muchos puestos de trabajo. Esto es, básicamente, lo que no permite a la recuperación tomar una forma de “V definida”.La realidad es que la recuperación es débil porque la oferta sigue golpeada por la continuidad de ciertas restricciones, mientras que la demanda sigue deprimida por el impacto que generó el cierre de empresas y la caída del ingreso tras la pérdida de muchos puestos de trabajo. Esto es, básicamente, lo que no permite a la recuperación tomar una forma de “V definida”.
Presupuesto para 2021, dólar y otras hierbas
Según el propio Ministerio de Economía, la economía se recuperaría en 2021 en un 5.5%, la inflación rondaría el 29%, el dólar oficial llegaría a los $102.4 y el déficit primario sería del 4,5% del PBI mientras que el déficit total alcanzaría el 6%. Está claro que el gobierno subestima la crisis y sobredimensiona la recuperación. Argentina no muestra ningún tipo de tendencia hacia el crecimiento ni cuenta con una coyuntura favorable en términos de sector externo como aquella que acompañó a la recuperación del gobierno de Néstor Kirchner a la salida de la crisis de 2001-2.
Respecto al dólar, el sistema se hace cada vez más insostenible. El propio gobierno admite que está llevando a cabo una suerte de política de tipo cambio reptante –crawling peg-, lo que significa que, vía micro-devaluaciones, el banco central va devaluando la moneda período tras período, cada vez un poco más. Esto sucede por varios motivos. Por un lado, el tipo de cambio es un precio más de la economía, y si la economía es altamente inflacionaria, el precio de la divisa no tendría por qué no subir si todos los demás precios suben. En segundo lugar, y según la visión clásica de la economía, los precios se asignan de forma más eficiente por medio del mercado, es decir, por medio de la interacción de la oferta y la demanda. El mercado cambiario oficial está totalmente corrupto, porque ante la escasez de dólares, el gobierno ha implementado una restricción al acceso de la divisa para la mayoría de los agentes económicos, lo cual, naturalmente, desdobla el mercado entre oficial y paralelo, entre un dólar artificial producto de las imposiciones del gobierno y su interferencia sobre el mercado, y un dólar que responde a la libre interacción entre oferta y demanda. Lógicamente, a mayores restricciones, más se encarece el dólar paralelo respecto al oficial (ver punto 2 en apéndice matemático).
De esta forma, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo es un espiral difícil de frenar puesto que, si el propio gobierno –además de restringir la compra de divisa a los agentes y gravar a los pocos que pueden acceder- anuncia libremente que está micro-devaluando, le está comunicando a los agentes que no confíen en el peso, pues éste se devaluará indefectiblemente. Por otro lado, les pide a los agentes que ahorren en pesos. Inconsistente, insostenible, inviable.
Es importante entender que, la brecha entre el dólar oficial y el paralelo es una consecuencia de la inestabilidad macroeconómica y de la poca confianza que, motivo de una historia nefasta, los agentes tienen para con la moneda local. Es común escuchar a ciertos sectores que apelan a “la falta de nacionalismo”, “la pasión por fugar capitales” o incluso a “la ausencia de una burguesía local”. La cuestión es bastante más simple: el Estado, sea por la crisis de la pandemia, para fomentar la economía, la equidad, la inclusión o para ganar votos, amplia el gasto público en base a emisión monetaria. Básicamente, eso es dinero impreso por el Banco Central entregado al Tesoro y gastado por el gobierno. Ese gasto de divide en transferencias directas a la gente (subsidios) y en compras e inversión del Estado, es decir, ese dinero impreso va a los bolsillos de alguien. Ese alguien aumenta su ingreso. Por supuesto, algunos (quienes consumen por debajo de sus necesidades básicas) gastan todo ese ingreso, o sea, aumentan la demanda, y como la oferta está restringida por la pandemia avivan el espiral inflacionario. Otros, no consumen por debajo de su ingreso, sino que bien están en equilibrio bien consumen por encima. Estas personas que reciben más dinero producto de la impresión, consumen una parte y otra intentan ahorrarla. El problema es que, ante la imposibilidad de acceder a instrumentos financieros en pesos que protejan al ahorrista de la inflación, intentan comprar dólares. Como el mercado oficial está restringido, compran en el paralelo. Así, la brecha entre oficial y paralelo, se ensancha. Fin de la cuestión.
La confianza y la expectativa a futuro, la daga más filosa
Las expectativas juegan un rol preponderante en las economías modernas, y aún más en aquellas con desequilibrios macroeconómicos. Argentina posee un triple desequilibrio: fiscal, monetario y cambiario. Eso significa que, el Estado gasta bastante más de lo que recauda, emite más dinero del que se demanda y oferta menos dólares de los que se requieren en el mercado. Esto último es consecuencia de los primeros dos y genera, principalmente, un fuerte drenaje de reservas del Banco Central.
Existe una discusión entre los especialistas respecto de si el Banco Central cuenta o no con las reservas suficientes para hacer frente a un retiro masivo de depósitos en dólares motivo de las crecientes expectativas de devaluación. Unos, argumentan que los bancos privados están muy líquidos respecto a sus depósitos en dólares. Esto significa que los bancos comerciales tienen en sus arcas un stock suficiente de dólares como para hacer frente a un retiro masivo de los mismos por parte de los agentes económicos. Y esto es cierto.
Otros indican que, además, el Banco Central tiene reservas suficientes, y esto depende de qué se considera como reservas líquidas. Esto, en el corto plazo, también es cierto. Lo que no parece tener mucha consistencia son las reservas netas a largo plazo. Si bien el pago de la deuda externa no es preocupante gracias al último acuerdo y la balanza comercial es despreciablemente positiva, la demanda de dólares sigue en aumento, la deuda externa deberá ser eventualmente abonada y las exportaciones no superan a las importaciones por un margen considerable.
En línea, muchos analistas se quedan con la observación de que, al estar los bancos líquidos, una medida como un corralito en dólares es descabellada. Pero no tienen en cuenta que el problema no se encuentra precisamente en los bancos comerciales, sino en el Banco Central, que tiene una tendencia a la baja en el stock de reservas (bruta, netas y líquidas) y que no puede hacer, en el mediano/largo plazo, frente a sus compromisos en moneda extranjera. El peligro existe: o el gobierno devalúa bruscamente –dijo el Ministro Guzmán que no lo haría- o confisca depósitos en dólares para hacer frente a sus compromisos internacionales. En este sentido, es de esperar que el gobierno devalúe antes de que confisque fondos en dólares (lo que dado la historia argentina lo catapultaría de la Casa Rosada en un tiempo considerablemente corto), y si no lo hace en el período inmediato es porque es consciente de que una devaluación elevaría los costos en dólares de las importaciones y esto impactaría rápidamente en el nivel de precios, conduciendo al país, muy probablemente, a una espiral hiperinflacionaria.
Las perspectivas a futuro de La Argentina son realmente deplorables, pero sólo un canal podría hacer las veces de salvavidas de la economía actual: las exportaciones netas. Ante una inminente nueva devaluación, el salario nacional en dólares tocaría un piso pocas veces visto en las últimas décadas. Este fenómeno, totalmente nocivo para el poder de compra de los sectores trabajadores, debe ser aprovechados por los sectores productivos y exportadores, y por el gobierno para aumentar la competitividad-precio argentina en el mercado internacional, aumentar así las exportaciones, favorecerse de una mejora en los términos de intercambio y liquidar divisas para volver a apreciar la moneda local lentamente. No será un proceso automático ni sencillo, pero es uno de los pocos salvatajes que le quedan a una economía agonizante como la nuestra.
"Cinco para el peso, vasos medio vacíos
Compromiso sin premio
Castigados del olvido, eligiendo acordarse.
Con el cartón lleno de garrón y de clavos
De malarias, de cicatrices, de vivir cajoneados.
Entrenados para la caída,
Conocemos el fondo del fondo
y su 'Así es la vida'.
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